Los retos de América Latina para reducir las emisiones y combatir el cambio climático

Por LISA VISCIDI y REBECCA O’CONNOR 20 de noviembre de 2016
WASHINGTON – Negociadores del cambio climático se reunieron en Marrakech, Marruecos, este mes para discutir cómo convertir el Acuerdo de París en acciones concretas. Firmado por casi 200 países en diciembre de 2015, el compromiso entró en vigor el 4 de noviembre de este año. Sin embargo, persisten dudas sobre cómo cada país puede transformar su economía para utilizar únicamente energía de cero carbono, la meta que, según expertos, es necesaria para evitar las consecuencias más peligrosas del cambio climático en las próximas décadas.

Hay cada vez más pruebas de que los efectos del cambio climático ya están sucediendo. Los últimos cinco años fueron los más calientes desde que se lleva registro, según la Organización Meteorológica Mundial. El derretimiento de glaciares, hielos terrestres y el ascenso de las temperaturas del agua marina han acelerado el aumento del nivel del mar alrededor del mundo, poniendo a cientos de millones de personas que viven en zonas bajas en riesgo de inundación.

Al derretirse los glaciares, millones de personas que dependen de los ríos que estos glaciares alimentan quedan en riesgo de perder su principal fuente de agua. El aumento de las temperaturas también conlleva un incremento en la frecuencia, intensidad y duración de fenómenos meteorológicos extremos como tormentas, sequías y olas de calor. El calentamiento global puede destruir la agricultura, la ganadería en vastas regiones del planeta, pero también millones de hogares e infraestructura, poniendo en riesgo desde la seguridad alimentaria hasta el abastecimiento energético.

En América Latina destacan varias tendencias en la política energética, algunas preocupantes, otras alentadoras. La región enfrenta algunos de los más serios desafíos para frenar las emisiones, como el rápido crecimiento en el uso de vehículos privados. Pero muchos de los países latinoamericanos también poseen entre las mejores oportunidades para alcanzar sus objetivos climáticos, por ejemplo, un sector eléctrico caracterizado por muy bajas emisiones de carbono.

La mayoría de los países en América Latina, incluyendo Brasil y México, los mayores emisores, han ratificado el Acuerdo de París. Pero hasta ahora solo Costa Rica ha mostrado un compromiso suficiente con la reducción de emisiones, según un análisis del Climate Action Tracker.

Alcanzar los objetivos climáticos internacionales requerirá una transformación que va más allá de lo que cualquier país en América Latina (o en otra parte) está haciendo hoy. A nivel global, la mayoría de los países tienen que reducir radicalmente sus emisiones de energía para limitar el aumento global de temperatura a no más de 2° centígrados con respecto a los niveles preindustriales, meta establecida en el Acuerdo de París.

Si quiere reducir las emisiones per cápita de forma consistente para el año 2050, América Latina no sólo tendrá que detener la deforestación y reducir drásticamente las emisiones de otras fuentes no energéticas como la agricultura, sino también cortar la demanda energética final en un 40 por ciento a través de grandes mejoras en eficiencia. La región también tendría que “descarbonizar” el 90 por ciento de su sector eléctrico y electrificar completamente su sector de transporte, según un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo. La decarbonización es la reducción de la intensidad del carbono en las emisiones de las fuentes de energía. Una completa decarbonización requeriría reemplazar fuentes energéticas altas en carbono por otras sin carbono, como la energía solar o la energía eólica.

En muchos aspectos, el transporte sostenible y la energía limpia en Latinoamérica están más avanzados que en otras regiones. Casi el 80 por ciento de la población vive en ciudades y su demanda de transporte público es la segunda más alta del mundo después de China. La región cuenta con 69 sistemas de transporte rápido por autobús que transportan 20 millones de personas al día. Los gobiernos esperan reducir emisiones a través de mejoras en el uso de combustible y el aumento en el número de vehículos de gas natural. Pero esto no es suficiente. Emisiones del sector de transporte están creciendo rápidamente en la región, debido al rápido incremento en el número de vehículos privados que ha acompañado la expansión de la clase media en la región, aumentando la demanda de petróleo.

Los países latinoamericanos, como economías de ingresos medios, tienen entre el más alto crecimiento en el número de vehículos privados en el mundo. En cambio, en los países de ingresos más bajos, como muchos en África y Asia del Sur, solo una pequeña parte de la población posee automóviles, mientras que en países de altos ingresos como en Estados Unidos la demanda está alcanzando su punto máximo.

En el sector eléctrico, las emisiones per cápita de América Latina siguen siendo entre las más bajas del mundo, dado que el 48 por ciento de su capacidad de generación proviene de fuentes renovables de energía, de la cual el 96 por ciento proviene de energía hidroeléctrica.

Sin embargo, la hidroelectricidad se ha vuelto menos segura debido a fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, como sequías prolongadas y a el activismo social contra nuevos proyectos. Como resultado, varios países están invirtiendo en la expansión de la generación de energía proveniente de gas natural para cumplir con la creciente demanda y proveer una fuente fiable de suministro eléctrico. Estas inversiones mejorarán la seguridad energética y ayudarán a la región a alcanzar sus objetivos de reducción de emisiones a corto plazo, ya que el gas natural es más limpio que el carbón o el petróleo. Pero también garantizarán la dependencia de combustibles fósiles durante décadas, lo que al final hará más difícil cumplir con las metas a largo plazo.

Reducir las emisiones de energía es cada vez más importante para disminuir la huella de carbono de América Latina. Históricamente, dos tercios de las emisiones de la región se han derivado del cambio de uso de la tierra, como la deforestación, y un tercio ha derivado del sector energético – lo opuesto del promedio mundial. Pero recientemente, la deforestación ha disminuido, especialmente en la Amazonía brasileña, y el sector energético se ha convertido en uno de lo que más ha contribuido al aumento de emisiones en la región.

Aunque pasarán años antes de que las reglas de la implementación del Acuerdo de París sean definidas, las negociaciones en Marrakech podrían empezar a aclarar el futuro de los compromisos hechos por los países latinoamericanos. Para lograr dichas metas, tendrán que construir una infraestructura nueva que apoye sistemas energéticos bajos en carbono. En el sector eléctrico, los países de la región tendrán que aumentar la generación hidroeléctrica para asegurar fuentes adicionales de energía así como mejorar la integración de redes eléctricas a nivel nacional y regional para compensar la naturaleza intermitente de la energía renovable.

En el sector de transporte deben realizarse fuertes inversiones en infraestructura para vehículos eléctricos y el transporte público. Los países latinoamericanos deberían implementar exenciones fiscales, peajes de hora pico y acceso a estacionamientos y carriles preferenciales como incentivo para animar a los ciudadanos a adoptar modos más ecológicos de transporte. La capacidad instalada para la generación de electricidad también debe expandirse considerablemente para acomodar la creciente demanda eléctrica del sector de transporte. El bajo costo de energías renovables en Latinoamérica podría acelerar su transición a energía sostenible.

Muchos de los objetivos que establecieron los países de Latinoamérica incluyen compromisos condicionales que dependen de la financiación internacional y la transferencia tecnológica. Se espera que las reuniones de este mes aclaren cómo acceder a estos tipos de asistencia.

Los objetivos climáticos son ambiciosos y requerirán grandes transformaciones en la manera en que los ciudadanos consumen energía y avances tecnológicos para encontrar nuevos usos y fuentes energéticas. En América Latina, cada país tendrá que definir su propio camino a la descarbonización, pero es importante que todos empiecen desde hoy a delinear sus estrategias para mitigar el cambio climático a largo plazo.

Lisa Viscidi es directora del programa Energía, Cambio Climático e Industrias Extractivas del Diálogo Interamericano en Washington. Rebecca O’Connor es asistente en el mismo programa.

Publicado por New York Times

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