Las desigualdades de género y de ingresos conducen a la maternidad adolescente en países en desarrollo, según un nuevo informe

(05/07/2022)

NACIONES UNIDAS, Nueva York –  Casi un tercio de las mujeres en países en desarrollo tuvieron a su primer bebé durante la adolescencia, según un informe recientemente publicado. Casi la mitad de estas madres primerizas tenían 17 años o menos: eran todavía niñas.

Las desigualdades de género y de ingresos juegan un papel fundamental en los embarazos adolescentes porque aumentan las tasas de matrimonio infantil, impiden la escolarización de las niñas, restringen sus aspiraciones profesionales y limitan la asistencia e información sanitaria acerca de relaciones sexuales seguras y consentidas.

Algunos factores que perpetúan estas desigualdades son los desastres climáticos, la COVID-19 y los conflictos, que alteran vidas en todo el mundo de manera drástica, destruyen medios de subsistencia y hacen que sea más complicado para las niñas permitirse o incluso acceder físicamente a la escuela y a los servicios sanitarios. Todo ello deja a decenas de millones de niñas todavía más expuestas ante el matrimonio infantil y el embarazo precoz.

«Cuando cerca de un tercio de todas las mujeres en los países en desarrollo se están convirtiendo en madres durante la adolescencia, está claro que el mundo está fallando a las adolescentes», lamenta la Directora Ejecutiva del UNFPA, la Dra. Natalia Kanem. «Los repetidos embarazos que observamos en madres adolescentes son una clara señal de que necesitan urgentemente información y servicios en materia de salud sexual y reproductiva».

La maternidad adolescente no implica embarazos no intencionales

La mayoría de los partos en niñas menores de 18 años en 54 países en desarrollo ocurren dentro de un matrimonio o unión. A pesar de que más de la mitad de estos embarazos se clasificaron como “intencionales”, la capacidad de las niñas para decidir si desean tener hijos puede verse gravemente limitada. De hecho, el informe advierte que los embarazos adolescentes suelen deberse (aunque no siempre) a una falta de poder de decisión, a una capacidad de actuación limitada e incluso a la fuerza o coacción.

Incluso en aquellos contextos en los que la maternidad adolescente se considera aceptable y planificada, puede acarrear repercusiones graves y a largo plazo, especialmente cuando los sistemas de salud no garantizan atención e información accesibles en materia de salud sexual y reproductiva para este grupo de edad vulnerable.

Las complicaciones en los embarazos y partos son la principal causa de muerte en niñas entre los 15 y los 19 años, que tienen también muchas más posibilidades de padecer una ristra de otras violaciones de sus derechos humanos, desde matrimonios forzados y violencia de pareja a efectos graves en la salud mental resultado de tener niños antes de que ellas mismas dejen de ser niñas.

Padres consuelan a un bebé.
Bangladesh – «Perdí mucha sangre durante mi parto porque la placenta no salía. Me trasladaron al hospital en ambulancia: nadie me había dicho nada sobre los riesgos de ser una madre joven». Keya*, de 14 años, vive con su esposo Jahangir*, de 21 años, y su hijo de dos meses en un barrio marginal en Bangladesh. La pareja se enamoró y quisieron casarse en contra de los deseos de sus padres cuando ella tenía 13 años. Durante el parto, casi perdió la vida debido a una pérdida excesiva de sangre. © UNFPA/Plan International/Pieter ten Hoopen

Las niñas que dan a luz en la adolescencia suelen también tener más bebés muy seguidamente, lo que puede ser peligroso tanto física como psicológicamente. Entre aquellas que dieron a luz por primera vez a la edad de 14 años o más jóvenes, casi tres cuartos tuvieron un segundo bebé antes de cumplir los 20 años y un asombroso 40 por ciento de ellas alumbraron un tercer hijo también antes de llegar a los 20 años.

¿Por qué las tasas de maternidad infantil se mantienen tan altas?

Los partos en adolescentes suponen actualmente el 16 por ciento de todos los partos en el mundo y el informe señala que las mujeres que comenzaron a tener hijos en la adolescencia habían tenido casi cinco partos a los 40 años. En un contexto en el que las desigualdades y las crisis humanitarias se multiplican e intensifican, sabemos que las mujeres y niñas soportan una carga desigual en cuanto a las consecuencias físicas, psicológicas y económicas de estos acontecimientos.

Tanto en conflictos como en desastres climáticos, las escuelas y centros sanitarios suelen reducirse a escombros y estar desprovistos de personal y equipamientos. La inseguridad y violencia hacen que sea imposible que las personas se desplacen incluso para cubrir necesidades básicas, como anticonceptivos o asistencia médica urgente en materia sexual y reproductiva.

También se sabe que las crisis y los desplazamientos conducen a picos en la violencia de género y sexual, que provocan más infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados debido a violaciones y el incremento de las tasas de matrimonios forzados e infantiles porque los padres no pueden hacer frente a las adversidades económicas y al hambre atroz. En estas circunstancias, el acceso al empleo, educación y servicios sanitarios se ve interrumpido o suspendido completamente, expulsando así a las niñas de la escuela, a las mujeres del trabajo y llevando al aumento de matrimonios infantiles y embarazos no intencionales.

Y, sin embargo, esta tendencia no es nueva: el informe muestra que pese a algunos avances, a lo largo de los últimos 60 años, la proporción de primeros alumbramientos en niñas de 17 años o menores solo ha descendido de un 60 a un 45 por ciento ⸺lo que supone una caída de alrededor de un 2 por ciento cada 10 años.

Aumentar la valía de las niñas invirtiendo en sus futuros

Una madre con su bebé
Colombia –  Janet*, de 15 años, vive con su novio, su hijo de seis meses y sus suegros en un barrio conflictivo de una gran ciudad en Colombia. Conoció a su novio en la escuela, se enamoraron y se quedó embarazada. Janet expresa que «no quería tener un hijo, pero sucedió de todas maneras. Ahora utilizo un implante anticonceptivo: es fácil de obtener y me funciona bien. No sé por qué no lo utilizan más chicas. Casi todas mis amigas son madres». Janet ha vuelto ahora a la escuela y participa en un grupo de madres jóvenes, en el que recibe consejos sobre nutrición, salud y planificación familiar. © UNFPA/Plan International/Pieter ten Hoopen

El informe exige que se refuerce la atención sexual y reproductiva integral, así como un compromiso para lograr el potencial educativo y laboral de las niñas. Esta exigencia es especialmente urgente para aquellas en contextos vulnerables y empobrecidos, donde las cifras de madres adolescentes son más altas.

«Los gobiernos deben invertir en las adolescentes y ampliar sus oportunidades, recursos y habilidades, y contribuir así a evitar los embarazos precoces y no intencionales», añadió la Dra. Kanem. «Cuando las niñas puedan manejar realmente el curso de su propia vida, la maternidad en la infancia será cada vez más escasa».

Las iniciativas para que las niñas continúen en la escuela, junto con una educación sexual integral y una formación en conocimientos básicos, han demostrado ser efectivas para empoderarlas en la toma de sus propias decisiones. Esto las ayudará en su camino fuera de la pobreza y hacia un futuro más próspero, en el que elijan embarcarse en la maternidad solo cuando ellas decidan que están listas, que son capaces y que desean hacerlo.

fuente: Noticias UNFPA

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *