En Cúcuta y Roraima están instalados los centros de acopio para recibir la ayuda humanitaria internacional, correspondiente a la primera etapa de atención prioritaria a unos 300.000 venezolanos, victimas del colapso económico, social y ambiental del país, causado por la desacertada gestión de gobierno de las últimas dos décadas. Los especialistas indican que Venezuela se encuentra en situación de Emergencia Humanitaria Compleja, resultado, no de un desastre natural o de una guerra armada, sino de las políticas que contrarias al bienestar nacional han propiciado: el desmontaje de la economía petrolera y no petrolera del país, la desinversión social y el desmantelamiento de las regulaciones ambientales.
Es una situación que se ha agravado especialmente a partir de 2013, fecha en la cual la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), registraba para Venezuela 32% de pobreza, 2% por encima del promedio regional y 11 puntos por encima del 21% reportado en 2012. Este abrupto incremento interanual, no puede ser explicado por el fin del ciclo de precios altos del petróleo y otras materias primas extractivas, si se consideran otros casos comparables en la región. Así tenemos de acuerdo a la misma CEPAL, que en Ecuador, también país petrolero, durante esos dos años la pobreza bajó de 27% a 23%. En Chile, con una marcada presencia del cobre en su economía, la pobreza disminuyó de 22% a 14%.
Fuerte presencia del sector minero-energético, la pobreza disminuyó de 26% a 23%. En Colombia, donde los profesionales venezolanos arbitrariamente despedidos de Petróleos de Venezuela (PDVSA) encontraron empleo y ayudaron al auge de la producción petrolera local, la pobreza disminuyó de 33% a 29%.
Debe llamarnos la atención que en todos estos países, los niveles de pobreza del año 2012, eran superiores a los de Venezuela, lo que magnifica el desacierto de las políticas gubernamentales implementadas. Además, el caso de Ecuador muestra que el problema no es tanto ideológico, como fáctico de atrincheramiento en el poder de las élites, que generalmente buscando beneficios propios dejaron de prestarle atención a las privaciones, inclusive las más elementales, de la población. Por esta perniciosa combinación, la República Bolivariana de Venezuela se ha ubicado en los primeros lugares mundiales en campos como la corrupción y el empobrecimiento.
La depauperación venezolana, en gran medida es el producto del desmontaje de la economía no petrolera, la que en el pasado lograba cubrir buena parte de las necesidades de alimentación, salud, vivienda e infraestructura de equipamiento, movilidad, entre otros. Corresponden además a los sectores económicos que generaban la mayor cantidad de empleos dignos.
Desde el año 2003, con la introducción del control de cambio, empezó a utilizarse la asignación de dólares como un instrumento de control político más que de regulación económica, bajo la premisa que los empresarios especialmente los de la industria manufacturera y los productores agrícolas, eran enemigos del proceso bolivariano. Se prefirió importar alimentos y manufacturas, producidas por los privados de otros países. Los precios altos del petróleo entre 2004-2012 permitían este absurdo.
Pero la posterior baja de precios, restó capacidad de inversión en la industria petrolera, la producción empezó a bajar y consiguientemente disminuyeron las divisas para importar. Hoy la producción petrolera es de alrededor de un millón de barriles diarios, dos tercios menos que hace cinco años, y la producción no petrolera registra mínimos históricos.
La desinversión social y la desregulación ambiental, han hecho de Venezuela además de improductivo, un país casi inhabitable debido a las severas y permanentes fallas en la prestación de los servicios más básicos para la vida humana: agua, luz, transporte, gas doméstico. Se han registrado regresiones alarmantes en las condiciones de vida de la población. Por ejemplo, en términos sanitarios se ha retrocedido más de setenta años en la lucha contra la malaria, enfermedad erradicada en la década de los años 60, pero que ahora ha reemergido con virulencia.
De la misma manera, de los logros en los 70 de generación continúa de energía eléctrica, se ha pasado a la interrupción permanente y diaria del suministro, inclusive en Caracas. En general el panorama social está marcado, por la degradación de las condiciones del habitar, que aunado a los salarios devorados por la hiperinflación, expresan las enormes dificultades de la cotidianidad local, las cuales en buena medida explican la diáspora venezolana, sin precedentes en la historia de las migraciones americanas.
La Emergencia Humanitaria Compleja, está convirtiéndose en un punto álgido de la confrontación para la transición democrática en Venezuela. Así por un lado, los que se oponen al cambio, frente a las demostraciones de ilusión y esperanza popular que ha generado la iniciativa, han pasado del rechazo frontal a la entrada de medicamentos y alimentos, a una campaña de criminalización, diciendo que están contaminados o son armas biológicas. Han reforzado la presencia militar y policial en las fronteras terrestres por donde debería ingresar los productos, e inclusive han trasladados presidiarios, sacados de sus celdas con la intención de impedir la ayuda. Juegan al apoyo de Rusia.
Por el otro, el Presidente (E) Guaidó y la Asamblea Nacional, están organizando a la sociedad en un masivo voluntariado para lograr que la ayuda pase la frontera bajo la coordinación de ONG nacionales e internacionales especializadas y advierten que obstaculizarla, se convertiría en un acto de lesa humanidad. Llaman a los militares a la amnistía, pero indican que en esta situación de emergencia tanto la constitución como las normas internacionales, les permiten solicitar por la vía diplomática la escolta internacional de los insumos en territorio venezolano. EE. UU. se muestra particularmente activo en esta iniciativa. De tal manera que ambos lados están mostrando sus cartas a pocos días del 23 de Febrero, fecha prevista para la entrada de los alimentos y medicinas. La suerte de esa jornada, más que de los relevantes actores internacionales involucrados, pensamos dependerá fundamentalmente de la capacidad disuasiva que tenga la movilización social, en apoyo a la ayuda frente a las armas que pretendan frenarla. Esperamos que la paz, la ciudadanía y el apoyo humanitario prevalezcan.
* Profesor de la Universidad Central de Venezuela miembro de la red académica del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario.
Fuente: Noticias El Espectador